avenida Duquesa de Guisa (hoy Sidi Mohamed B. Abdellah)

De las calles de nuestro pueblo, exceptuando la Avda. de Mohamed V, la que mejores perspectivas de futuro ofrecía a priori era la denominada avenida Duquesa de Guisa (hoy Sidi Mohamed B. Abadallah),cuyo nombre adoptó en honor y agradecimiento a la egregia dama, que había donado generosamente los terrenos en que se asienta, junto a su Palacio.
Para conocerla había que pasearla con parsimonia.
¿Os acordais del “sector” de La Buarrakia y su exposición de telas variadas?Seguía el camino a los Maristas, Ntra. Sra, de los Ángeles y, más lejos, el Patronato Militar de Enseñanza.

Comenzaba esta calle en la misma esquina del establecimiento Casa Mi Sastre, de Rafael García, hijo, después de Antonio Garre, siguiéndole el Bar Selva, (con Paco que parecía más serio por sus gruesas gafas de concha, y su hermano, Antonio, hombre amable y vasallo de su sempiterna sonrisa), con la sombra inevitable del servicial Momi, de pincelado bigotito, que preparaba el mejor café que se servía en todo el territorio del Lucus. Luisón y Luis Vázquez, fallecido últimamente.

A continuación estaba Mi Sastre, de Rafael García, que “uniformaba” lo más granado de los militares; personaje de escaso cabello que cuidaba y atusaba con tal mimo que bien tomada la medida (lógico) a la clase militar; le seguía Ulzurrun, que compatibilizaba el Estudio con la Agencia oficial de la Casa Singer, con obras de gran retratista en el arte de la fotografía, y que en el reportaje, supo rentabilizar la foto callejera y la de los soldados en los acuartelamientos militares;ya en la esquina, Calzados La Mallorquina, de Antonio Company, hombretón alto y fornido, obligado a una respiración asmática honda y profunda que mitigaba con el imprescindible inhalador colgado a su cuello a modo de silbato arbitral, y cuya figura nos recordaba a Napoleón por su mano siempre apoyada sobre el pecho. Consciente de no ubicarlas exactamente ¿seguían librería La Ibérica, zapatería El Rápido, y Córdoba y sus serrerías? En la otra acera, frente al Bar Selva, se veía tímidamente la entrada posterior a la Unión Española, en la que se ubicaba la peluquería que regentaba el peculiar Olmo, de dibujado y escaso bigotito ; y el bar de la Unión donde, de paso y a escondidas, solían echar un trago quienes lo tenían prohibido...

La primera travesía a la izquierda (Bozas y Reinoso, nombres de los primeros caídos el 17 de julio 36 en Larache) estaban la Farmacia Albarracin, y enfrente Relojería La Suiza; a la izquierda se veían los Almacenes Balaguer y Camisería Sánchez, Galería Aaron, Tapicería no sé qué, Gallende, bar La Pantera y creo recordar ¿el despacho del abogado Moreno Galzusta?, el Almacén de licores del educado don Salomón Fereres , “zorro plateado”, y...¿quienes más? ¡S.O.S.! Hasta llegar a los espaciosos jardines, siempre cuidadosamente atendidos, del Palacio de la Duquesa de Guisa.

colegio de los hermanos Maristas de larache

“La Estación de autobuses es todo un símbolo, pero de confraternidad humana –otra vez Rudani, en 1962-. Las gentes intercambian en ella sus pueblos, sus provincias y hasta sus naciones. Es el lugar donde todos nos sentimos iguales; un poco extraños , un poco aventureros y un mucho necesitados de la hospitalidad y cortesía ajenas. Una estación es siempre una meta, aunque también sea un principio y marca siempre el comienzo de una amistad o los primeros pasos de una aventura.Paseado el trecho obligatorio, llegábamos al Patronato Militar de Enseñanza, para cerrar el itinerario con el Hospital y Grupo de Sanidad Militar, Residencia de oficiales, y ya más lejos el bar Cuatro Vientos.

En las instalaciones de la Hípica se celebraban concursos de Tiro al plato, de Pichón, y las lógicas competiciones hípicas, escenario en el que el Comandante Jiménez Pascual se convirtió en una figura reconocida y prestigiosa, casi mítica, a nivel nacional e internacional, acumulando numerosos y valiosos premios hípicos.
Y lugar donde se construyó en tiempo record la placita en la que se celebró (1947), como mandan los cánones, la única corrida de astados (aunque parece que hubo antes una, y trágica, en El Adir), en beneficio de las Viudas del Ejército, con la participación de los famosos hermanos Bienvenida y que amenizó José Luis Barcelona.

La Hípica, lugar que irradiaba una atmósfera hechicera, era, sin duda alguna, lugar de reunión de la “high societe” en las tardes de primavera, de verano, de otoño... y de invierno. En el Concurso de equitación celebrado en La Hípica, se vieron los mejores recorridos a cargo de jinetes ganadores: González Rivera sobre Nicho; Teniente Rodrigo sobre Fandi; Comandante Ortega sobre Rompiente ; y capitán Cuenca sobre Chato. Mari Mizzian se proclamó campeona en amazonas con Pipo; y, aunque se enfade, Luis Blanco Benito nuestro entrañable “Luisón”, lo era montando a Tablada en la categoría de “menores”. Jiménez Pascual, el más importante jinete que dio Larache, triunfaba en España...