mardi 10 novembre 2009

El Balcón Atlántico

Como sabe la mayoría de los Larachenses, de ése lugar tan particular emanaba tal encanto que, es posible asegurar que hasta el día de hoy, nadie ha podido olvidarlo. Durante los fines de semanas el Balcón fue, el lugar preferido para pasear en compañía de amigos y amigas.
Al irrumpir frente al mar, la visión del paisaje era... ¡Espectacular! Una larga y blanca balaustrada de hormigón, fraguada en un estilo muy particular, era lo primero que aparecía ante nuestros maravillados ojos.
Esta balaustrada estaba conformada, por una serie de arquitos diseñados según el estilo arquitectónico marroquí, la cual, se hallaba suspendida al borde del acantilado, y abajo, muy al fondo del precipicio podíamos admirar unas enormes rocas negras bañadas incesantemente, por las fuertes y enormes olas del Océano Atlántico.
Las olas rompían con tal furia que a pesar de la distancia nos salpicaban. El mar, de color azul intenso infundía en el espectador, tal sensación de furia en su incomparable infinitud, que casi siempre, le obligaba a echarse para atrás, para evitar el remojón. Durante los meses invernales aquel oleaje estruendoso y aterrador del mar, casi negro pero increíblemente hermoso en su furor, quedó grabado, indeleblemente, en el recuerdo.
Lo mismo en invierno que, en verano el Balcón, fue el paseo imprescindible de los Larachenses. Al acercarnos fijábamos la vista hacia el horizonte, y esto era algo realmente espectacular. Generalmente el extenso mar se veía tan tranquilo como un infinito lago. Sólo el espigón, o, rompeolas cortaba, la inmensidad acuosa.
Describir el ocaso es, como desgranar un poema. Durante los días claros, en cualquier estación del año nos apoyábamos sobre esa barandilla de cemento para ver como, lentamente y con fruición, el mar, se “comía” al Sol.
El esplendor de los colores del atardecer inundaba nuestros ojos, dejando, un recuerdo indeleble en nuestra mente. Las aceras eran amplias, como todas las de Larache. Se hallaban decoradas con macizos de flores rojas, amarillas y blancas, emergiendo, entre el verdor de las hojas que las arropaban.
En el centro del paseo había una especie de templete, ligeramente elevado. Este, sostenía con espigadas columnatas de madera, un techo, elaborado con el mismo material. Dicho templete lo usaba una orquesta durante los domingos, siempre que hiciera buen tiempo para deleitarnos con su música.















Proyecto futuro para El Balcón Atlántico:















1 commentaire:

  1. cuanta veces fuimos a pasear por el balcon atlantico que maravilla!!!

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